martes, 26 de octubre de 2010

Al Kabbar




Alkkabar jugueteaba con el anillo que heredó de su padre con el codo apoyado en el alfeizar de la ventana. La calle estaba en plena esfervescencia y su mente se encontraba relajada y en paz. Su vida había cambiado mucho desde que conoció a los hijos de Haquim. Bashar Ibn Haquim había reconocido en él a una antigua rama de su familia y le había ayudado mucho a la muerte de sus padres. Una vez que le consiguió a Alkkabar una posición cómoda como artista y artesano entre los nobles, estuvo dispuesto a contarle en parte, de dónde venía su fortuna.

La única fuente de vida y fortuna es Alá. Es sirviéndole cómo me siento vivo y afortunado.

Esa fué la conversación que lo cambió todo, Bashar, no sólo te dió el respaldo que te faltaba para ganarte la vida. Sino que te introdujo de lleno en una red de hermanos, que apoyan los puntos en los que se lucha por mantener el que ha sido un hogar puro durante siglos, y que mantienen con firmeza los fueros que acaban de promulgarse en Toledo y afianzan posiciones preparándose para una guerra interna.
Alkkabar se siente un luchador de Alá, un guerrero mítico que vela por el cuidado de lo que es sagrado y bueno para el ser humano y el orden del mundo.

Cuando un niño entra en la tienda con un cofrecito entre las manos, Alkkabar tiene una sonrisa inmensa en la cara y está ajustándose de nuevo el anillo. Después de un Salam, murmura Haquim, deja la cajita en la mesa y se va rápidamente. Alkkabar no acierta a verlo desde la ventana.

La cajita está hecha de taracea y forma una estrella de ocho puntas. Cada punta puede separarse por un mecanismo que te lleva horas descubrir. Una vez separadas las puntas te das cuenta algo frustrado de que por separado no pueden abrirse. Las tocas con los ojos cerrados, las hueles, piensas en qué puede significar la estrella y en qué contendrá la caja. Te levantas para cerrar las ventanas y la puerta. Enciendes una lamparilla de aceite, preparas un té y una pipa de agua. Es posible que este bello rompezabezas te lleve toda la noche.

Ya es de día y has montado y desmontado la estrella como ochenta veces cuando suena un ligero click y las puntas se abren hacia arriba, en el momento en que distraíadamente te rascabas la barba con una de las puntas de la estrella pensando en la solución.
La madera está forrada de terciopelo dorado en el interior de la caja, y tiene un rollito de papel lacrado con el sello de Bashar Ibn Haquim. Esto es lo que lees:

El día sexto de la tercera luna cuando como Ibtisam se muestra un poco, recibirás la visita de unos hermanos a los que acogerás y ayudarás en una misión importante.
Se prudente, no hables de Haquim con nadie.
Que Alá te proteja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario